Los juzgados de Paz de
Frente al atasco generalizado de los órganos judiciales en
España y en Castilla y León, en particular, existe una excepción, una
justicia próxima y rápida, la que imparten los jueces de Paz, esos ‘hombres
buenos’ que dirimen conflictos en los municipios donde no existe un juzgado
de Primera Instancia e Instrucción. Estos mediadores, legos, que tienen un
papel importe en sus municipios para solucionar asuntos de menor entidad,
muestran una cara distinta de la Administración de Justicia, la de una persona
cercana que conoce a sus vecinos, sus problemas y con su labor pretender
llevar el consenso a las dos partes de manera inmediata.
Además, los datos demuestran que se trata de una justicia próxima e inmediata. De hecho, en el año 2010 los asuntos penales resueltos superaron a los ingresados a lo largo de los 12 meses, 75.223 frente a 75.154. En el caso de los civiles, la tendencia se invierte ligeramente con 80.300 asuntos ingresados y 79.890 resueltos. El cómputo general pone de manifiesto que se resolvieron 173 asuntos más de los que ingresaron, 152.552 frente a 152.379, según los datos del INE. Esa visión, la de ayudar a sus vecinos, es compartida por casi todas las personas que ostentan este puesto, ya sean en poblaciones de mayor tamaño, como Tordesillas (Valladolid), con más de 8.000 habitantes; Fontiveros (Ávila), con cerca de 900, o Ciria (Soria), que apenas llega a los 100. “Conozco el problema de cada persona e intento echar una mano, ser un mediador para resolver los conflictos”, explica el juez de Paz de Tordesillas (Valladolid), Jesús López Garañeda, que ocupa el cargo desde 1993. Este maestro de Primaria se siente “orgulloso" de su trabajo al frente de este órgano y sostiene que solo es una “persona normal y corriente que quiere a su pueblo”. “Me siento reconocido por ello y estoy satisfecho”, sostiene. “Hacemos una función desinteresada que se tiene que hacer por los ciudadanos”, precisa. Y es que, ya sea por la menor entidad del asunto o por el mayor conocimiento del mismo, los jueces de Paz dictan muchas sentencias ‘in voce’ el mismo día que se celebra la vista, tal y como confirma el titular del Juzgado de Tordesillas, que este año ha celebrado 27 juicios de faltas y tiene otros tres pendientes. “La mayoría son por insultos y amenazas”, precisa. En estos casos suele imponer una pena de multa, pero en otros, cuando de trata de jóvenes, estipula que realicen trabajos en beneficio de la comunidad, que van desde llevar a cabo tareas de recogida de basura hasta emplearse en una obra municipal. Solo una vez tuvo que ordenar la detención de una persona por amenazar a otro vecino con una escopeta como parte de unas diligencias previas que posteriormente remitió al Juzgado de Instrucción de Valladolid. Pero esta dedicación le ha dado algún susto que otro. De hecho, recuerda cuando dos vecinos, ya fallecidos ambos, se sentaron en su despacho en un acto de conciliación por que uno decía que el otro había levantado una tapia en su propiedad. En un momento de la discusión, el demandante se levantó y “le dio un sopapo al otro”, mientras él trataba de separarles entre las lágrimas de la secretaria. “Aunque se arrepintió le puse una multa de 40.000 pesetas y siete días de arresto domiciliario vigilado por la Guardia Civil”, relata. También viene a su memoria el caso de un vecino que pedía a otro que quitara una higuera porque sus raíces habían entrado en su casa por debajo de la tapia y habían alcanzado el desagüe de su cuarto de baño. “Se armó un follón tremendo. Cómo olía a higuera el baño”, recuerda. Crisis La crisis también se ha dejado notar en este primer escalafón de la Administración de Justicia, donde se ha experimentado un importante incremento de los asuntos civiles, tal y como explica Jesús López, quien asegura que se trata, sobre todo, de reclamaciones de cantidades por parte de las entidades bancarias y por las compañías de telefonía por impago de facturas. “Hoy me han entrado seis asuntos por los móviles”, precisó. En los últimos cuatro años, el aumento de asuntos tanto civiles como penales ha sido importante con crecimientos por encima del 20 por ciento entre 2007 y 2010. En concreto, con una subida del 24,11 por ciento en los asuntos ingresados en Castilla y León. El mayor crecimiento se produjo de 2008 a 2009, con el 26,35 por ciento, hasta los 155.352 asuntos. Sin embargo, 2010 registró un ligero retroceso, que no llegó al dos por ciento, al caer a los 152.379 asuntos. Una visión “más moderna” Por su parte, Jesús Báñez, de 38 años, aporta una “visión más moderna” de la “típica” persona que suele desempeñar este cargo en un pueblo de medio tamaño como puede ser Fontiveros (Ávila). Al menos eso es lo que opina este mecánico que lleva 12 años como juez de paz en la localidad natal de San Juan de la Cruz, de cerca de 900 habitantes y donde compagina su labor “mediadora” con el trabajo en el taller que tiene en el municipio. Llegó al cargo por una propuesta realizada desde el Ayuntamiento y para sustituir a quien había estado “muchísimo” tiempo siendo juez de paz, ya fallecido, y desde entonces no ha pensado “ni un solo día” en dejar esta labor. “Ya no es como antes. La gente, en los pueblos, veía al juez de paz como una figura autoritaria, casi como a la Guardia Civil, pero en realidad no somos nadie, sólo un vecino más, pero con la tarea de intentar mediar en los conflictos que pueden surgir en el pueblo”, afirma Jesús Báñez, incidiendo en que, sin embargo, se trata de una labor que “no quita mucho tiempo, pero tampoco da demasiadas alegrías”. En su caso, puede mediar, al año, en unos “cinco u ocho casos”; todos ellos verbales y, en su mayoría, por disputas de lindes o invasiones de terrenos o herencias, teniendo en cuenta que, antiguamente, los acuerdos a los que se llegaba eran de palabra y casi no se dejaba tampoco nada escrito, por lo que ahora surgen las complicaciones. Así, el porcentaje de éxito que se consigue en los juicios que se realizan en el Juzgado de Paz de Fontiveros apenas alcanza “un diez por ciento”, de manera que los litigantes han de acudir a los tribunales –en este caso, a Arévalo- para solucionar su caso. “En realidad, se podrían solucionar con un poco de lógica, pero sueles encontrarte con gente muy cabezota y, como suele ocurrir, todo el mundo piensa que tiene la razón”, comenta. Además, también tiene que encargarse de dejar constancia de los nacimientos, las defunciones y las bodas. En todos los años que lleva de juez de paz, sólo le ha tocado oficiar en tres enlaces matrimoniales, mientras que en el caso de defunciones no ha levantado "nunca un cadáver”, porque “para eso se avisa al Juzgado de Arévalo”. Eso no quiere decir que no le toque hacerlo en casos, por ejemplo, de delegación de funciones de los jueces titulares y siempre “que el fallecimiento se haya producido, aparentemente, por causas naturales”, añade. Las 24 horas del día, todo el año Aunque el horario del Juzgado de Paz de Fontiveros es de lunes a viernes, de 10 a 13.30 horas, la labor de Jesús Báñez, sin embargo, se desarrolla “a cualquier hora del día”. Podría decirse que está disponible “las 24 horas del día los 365 días del año”, aunque “no es necesario llegar a tanto”. Para firmar papeles, “en cualquier momento” se acerca por el despacho y, “si hay algún caso urgente, los vecinos saben que me pueden localizar a la hora que sea”. No suele darse el caso, no obstante, de haber tenido que ejercer su labor a horas intempestivas, aunque sí recuerda, como anécdota, que en una ocasión falleció una persona en la residencia de mayores y los responsables de la funeraria no podían enterrarla sin su permiso, por lo que le localizaron camino de Ávila. “Quedamos en las casetas de la feria y allí firmé los papeles y dejé todo en orden”. No siempre es tan fácil pues en otros casos la solución es bien distinta, como una vez que tuvo que presidir un juicio verbal entre dos vecinos por unas tierras. Uno de ellos llevó abogado y el otro se presentó solo, y no se ponían de acuerdo de ninguna forma, hasta que la segunda de estas personas mostró un papel que le daba la razón y “el abogado se quedó a cuadros”. “Creo que, a raíz de ahí, dejó de ser su abogado”, añade. “Suelen ser conflictos no demasiado complicados”, incide el juez de paz de Fontiveros. No obstante, para algo más complicado, cuenta con la ayuda de una secretaria y de un ayudante para “llevar todo el papeleo y disponer todos los documentos” con los que se trabaja a diario. Así, “hay días que no hace falta que aparezca por el juzgado y otros en los que tengo que ir dos o tres veces, da igual la hora que sea”. Y los vecinos y en el Ayuntamiento parecen estar contentos con su labor pues las veces que ha habido que renovar el cargo –cada cuatro años- y Jesús se ha vuelto a presentar –incluso con competencia-, ha salido elegido. “En realidad, no es una tarea tan complicada, porque ya no imponemos tanto como antaño”, afirma, concluyendo que el hecho de ser más joven que los jueces de paz “habituales” además puede suponer “una ventaja” porque cree que aporta "una visión más moderna a los conflictos”. Simbólico Finalmente, está el caso de Magdalena Gutiérrez Pérez, que ejerce de juez de Paz en Ciria (Soria), una localidad que raya con la Comunidad de Aragón y que cuenta con 100 habitantes. Esta mujer ocupa el cargo desde hace cuatro años. Según sus palabras, accedió al cargo por colaborar con la actividad municipal, ya que, en realidad, su actividad es “algo simbólico”. “Si hay problemas se resuelven a través de la Guardia Civil o pasan directamente al Juzgado de Gómara del que dependemos y que nos asisten”, precisa. De hecho, durante su mandato no ha tenido que participar en ningún acto de conciliación y sus tareas se han resumido a personarse en el proceso electoral, firmar defunciones y partidas de nacimiento, incapacitaciones y remitir cartas al juzgado del que depende. “La gente en este pueblo es muy pacífica. Saben resolver sus problemas dialogando y en términos generales se llevan bien, por lo que mis labores son muy limitadas”, indica. |
|
|
|
|
